jueves, 28 de noviembre de 2013

No tomarás el nombre de Dios en vano. Podcast y escrito



Por P. Modesto Lule Zavala msp




En México es muy común que las personas que sufren de la enfermedad del alcoholismo busquen hacer promesas para no volver a tomar durante algún tiempo. A estas promesas suelen llamarle juramentos. Cierto día llegó un señor buscando al sacerdote de la parroquia donde me encontraba de misión.



La persona no podía articular palabra y entre balbuceos entendí que quería jurar. Le pregunté que por qué quería jurar y me dijo que para dejar de tomar cerveza. Conforme hablaba el aliento de licor se hacía más fuerte. Le dije que en el estado que venía no podía hacer dicho juramento. Se puso un tanto necio por mi negativa e intento persuadirme para que le permitiera hacerlo. No supe si era convicción personal o coacción por parte de la que parecía ser su esposa y estaba a unos cuantos metros de distancia esperando que terminara la dichosa promesa. Me acerqué a ella y le explique que en dichas circunstancias no podía hacer el juramento pero que mañana temprano acudieran y con mucho gusto les recibiría.


El segundo mandamiento de la ley de Dios regula más particularmente el uso de nuestra palabra en las cosas santas. Este prohíbe abusar del nombre de Dios, es decir, todo uso inconveniente del nombre de Dios, de Jesucristo, de la Virgen María y de todos los santos. Hacer juramento o jurar es tomar a Dios por testigo de lo que se afirma. Es invocar la veracidad divina como garantía de la propia veracidad. El juramento compromete el nombre del Señor. Por lo mismo debemos de cuidar muy bien las promesas que hacemos. No podemos jugar con el nombre de Dios o tomarlo como si fuera algo muy simple. Querer jurar o hacer una promesa colocando a Dios como testigo cuando no se encuentra la persona totalmente consciente es una burla. Una burla de lo sagrado. Si usted se quiere comprometer delante de Dios para realizar cualquier acción de beneficio debe asegurarse que lo ha pensado, reflexionado y que se encuentra totalmente decidido ante todas las consecuencias posibles en el futuro. Hacer una promesa delante de Dios nunca se debe tomar como un juego. Hay que ser maduros y conscientes de lo que queremos hacer y confiar en la ayuda de Dios para cumplir lo que prometemos. La mera intención no basta, tenemos que agregarle convicción, decisión, compromiso y mucha fe para poder cumplir lo que decimos.

Otra falta a este mandamiento es cuando se toma el nombre de Dios como aval de todo lo que se dice. Algunos ejemplos son: “Te lo juro por Dios que así fue”, “verdad de Dios”, “por Dios, tienes que creerlo”… No se puede tomar el nombre de Dios como garantía de todo lo que decimos. Quien hace esto que dijimos o ya padece de una terrible muletilla o es un mitómano, es decir, una persona sumamente mentirosa que para hacer más creíbles sus mentiras toma el nombre de Dios como garantía. Nunca se debe poner el nombre de Dios por delante para querer ser honesto. La integridad de un hombre se mide por su conducta, por la verdad de sus palabras y por su modo de actuar. Con lo que respecta a las muletillas, deben corregirse ya que no es correcto estar diciendo a cada rato el nombre de Dios.

El segundo mandamiento prohíbe también el uso mágico del nombre divino. Ante este caso podemos notar que muchas personas que están adentradas en prácticas esotéricas, es decir en prácticas misteriosas o enigmáticas, mencionan a cada rato el nombre de Dios, de la virgen o de los santos mientras hacen rituales de magia o hechicería para librar de supuestos males a las personas. No se debe utilizar el nombre de Dios como si fuera amuleto o fetiche. Conozcamos mejor nuestra fe.


Hasta la próxima.




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