lunes, 29 de agosto de 2011

DENME UNA DOSIS DE AMOR


Por Modesto Lule Zavala msp
teologomsp@gmail.com
Joaquín levantó el cigarro que tenía en sus manos a la altura de su rostro y se dispuso a contemplarlo. El hilo de humo que salía de su punta era delgado y transparente. Inmediatamente se dispuso a fumarlo. Lo despegó de su boca, agachó su cabeza y cerró los ojos.
Después contuvo la respiración bastante tiempo, haciendo contracciones en su boca y su estómago para impedir salir el humo de sus pulmones y así completar su acción alucinógena. Por fin soltó el aire que guardaba en sus pulmones y abrió sus ojos. Levantó su cabeza y comenzó a contemplar aquel sitio en donde se encontraba. Eran dos paredes que hacían esquina. En el lugar había piedras y la cantidad de basura que volaba por los aires había encontrado su hogar también allí. Los olores del excremento y de orines se hacían presentes cuando las ráfagas de viento cesaban y se escabullían por otros rincones de aquel lugar basuriento.
A unos 15 metros de Joaquín se encontraba una cancha de básquetbol y en la cancha había un joven de escasos 23 años que acababa de llegar y se dispuso a jugar solo.
– No puedes encestarla– gritó Joaquín.
– Eres muy torpe. Yo sé más que tú.
Aquel joven se detuvo observando de dónde provenían aquellos gritos. Después de un momento lanzó nuevamente la pelota hacia la canastilla. Pero la pelota no pudo entrar en el aro y al tiempo que cayó la pelota en el suelo se escuchó un ruido estrepitoso. Eran las risas de Joaquín que en un tono burlesco estallaban en aquel lugar despoblado.
Dentro del ser humano hay algo que debemos mantener y a eso se le llama paciencia, eso fue lo que le hizo falta a aquel joven que en un momento sostuvo en sus manos un balón de básquetbol y ahora sostenía el cuerpo sin coordinación de Joaquín.
– ¡Estúpido mariguano!–, le gritaba aquel joven a Joaquín. Las risas por parte de Joaquín no cesaban.
La paciencia siempre tiene un límite y después de agotarse totalmente llegan los malos pensamientos que se convierten en tragedia.
En aquel lugar encerrado por bardas construidas por ladrillos rojos no se miraba ninguna otra persona aparte de ellos dos, así que el mal pensamiento podía llevarse a cabo. Fue entonces cuando un puño cerrado se estrelló en el rostro de Joaquín. Y después otro, y otro y otro. El labio de su boca se partió y comenzó a inflamarse, de su nariz salió un torrente de sangre que le obstaculizaba la respiración. Las risas de Joaquín se volvían gemidos. Joaquín era un muñeco de trapo en las manos de aquel joven al cual le llegó otro mal pensamiento –muerto el perro se acaba la rabia–. Matar lo que no tiene solución es lo razonable. Joaquín yacía en el suelo tirado como un vil perro y en un instante una piedra se estrelló en su cuerpo, y en el momento un grito se desprendió de él.
Joaquín se encuentra ahora en el hospital muy grave y los médicos dicen que su estado será siempre el de un vegetal.
¿Cuántos jóvenes se encuentran en la misma situación que Joaquín? ¿Cuántos padres hay como los de Joaquín, que se preguntan el por qué de las tragedias? Cuestionemos al papá de Joaquín y preguntémosle quién es el culpable:
– Don César ¿quién es el culpable de la situación de su hijo?
– La sociedad
– ¿Pero quién compone la sociedad Don César?
– Nosotros –responde afligido.
– ¿Quién más Don César?
– Los medios de comunicación.
– Pero Don César ¿quién es el responsable de educar a los hijos sobre los medios de comunicación?
Don César me respondió otra vez muy apenado, –pues nosotros mismos.
– ¿Y de que hayan tomado droga?
Finalmente responde Don César: sus amigotes.
¡Ay pobre de Don César!, siempre buscando culpables. Los culpables no se buscan, se hacen reconocer. No hay que contemplar el mal, sino buscar la solución. Joaquín pasó la Navidad sin amigos a su lado. No tenía regalos, sino mangueras que le administraban oxígeno y suero. Joaquín está enfrente de mí y le acabo de leer el Salmo 84, su ojo derecho se humedeció y de repente saltó una lágrima.
Tal vez Joaquín estará repitiendo en su mente como muchas personas lo hacen después de que ocurrió la tragedia, esta frase: “¡si yo hubiera conocido el amor de Dios antes!”.
Pero siempre hay un contraste en cuestión a frases, pues otros tal vez estén diciendo esta: “primero disfruto de la vida y en un futuro me dedico a conocer a Dios, así como mi abuelita lo hizo”.
Son muchas las formas de pensar y muchas las ideas, pero ¿cuándo debe cambiar la forma de vivir? Unos jóvenes le preguntaron esto a un sabio y él les dijo: “un día antes de que mueran”. Los jóvenes respondieron: “pero no sabemos cuándo vamos a morir”. El anciano señalándolos con el dedo les dijo: “cambien desde hoy porque no saben si el día de mañana estarán muertos”.
Nos vemos en la próxima. Dios les bendiga.
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1 comentario:

coto dijo...

Nuestro grandes vacios son la necesidad de amor, dar y recibir amor.Solo así podemos realizarnos de la mano del Dios de Amor.