domingo, 12 de febrero de 2012

JÓVENES CON CRITERIO


La vida tiene muchos caminos por recorrer

Por P. Modesto Lule msp
Twitter: @ModestoLule
Facebook: ModestoLuleZ

Gerardo y Amelia caminaban por la acera de la calle Zapata en los suburbios de la ciudad. Un grupo de jóvenes mal vivientes se encontraban charlando de manera gruesa y violenta en la misma acera por donde caminaban. Amelia y Gerardo cruzaron la calle para no chocar con los mal vivientes.
Uno de ellos se da cuenta del desprecio que les han hecho y se ponen en pie con intención de agredirlos. Amelia toma del brazo a su hermano y apresuran el paso. Dos de los atacantes toman la delantera y rápidamente rodean a los dos hermanos inmovilizándolos. Los jóvenes mal vivientes están drogados. Uno de ellos se pone frente a Gerardo y con tono soberbio le dice. – ¿Qué, nos tienen miedo o por qué tanta prisa? –Con su mano izquierda toma la barbilla de Amelia y le pregunta.  – ¿A dónde mi reina? ¿Van a casa con mami? Gerardo empuja violentamente al insípido provocador lanzándolo por los suelos. Tres de los otros compa-ñeros se le dejan ir con una lluvia de golpes. Amelia esquiva a los peleadores mientras trata de ayudar a su hermano. El primer malhechor se pone en pie y pide a los otros que se detengan. Nuevamente quedan frente a frente. Amelia toma de los brazos a Gerardo y lo llama por su nombre. Le pide que no siga y que les de lo que tienen. El malhechor agudiza su vista y levanta su ceja. Después le pregunta. –¿Te llamas Gerardo? Así es contestó Gerardo. – ¿Gerardo Martínez? Preguntó de nuevo el malhechor. –Mm.mm.mm. Murmuró Gerardo. –Qué chico es el mundo. Quién iba a pensar que la vida nos volvería a enlazar nuevamente. Dijo Luis.   –Gerardo también quiso reconocer el tono de voz del joven y con una expresión interrogativa en su rostro preguntó. – ¿Luis? –Así es, respondió el otro. – ¿Cómo has cambiado? Dijo Gerardo. –La droga no se toma de balde. Contesto Luis. –Aquí sigo, ya más acabado pero sigo. Amelia confundida miraba a Gerardo y a su interlocutor. Los otros mal vivientes seguían en su mar de ilusiones con bolsa en mano e inhalando la sustancia que llevaban. Luis volteó a su alrededor y en tono molesto les dijo  a sus compañeros. –Lárguense a la base. Los otros sin decir nada obedecieron. Amelia abrazó a Gerardo y éste con su mano la reconfortaba. Luis agachó su cabeza y le dijo a Gerardo. –Pues aquí sigo con lo mismo. No he cambiado. Creo que me he descompuesto más. Gerardo lo tomó del hombro y le dijo. –Tú prometiste que ibas a cambiar. –Pues  no pude. Contesto Luis. Y agregó. –Mi necesidad me ha llevado a buscar otro tipo de drogas. He querido salir pero mi organismo ya está bien atado a todas esas sustancias. – ¿Y qué pasó con tu familia? Pregunto Gerardo.  –Pues ya ves. Contestó Luis,  no siempre encuentras lo que quieres con ellos y en vez de ayudarte te hunden más. Mis padres se separaron y se odian uno al otro. Nunca pudieron arreglar sus diferencias. –Lo siento. Dijo Gerardo. –No hay tos, mencionó Luis. Y por lo que se ofrezca Gerardo, ya sabes que cuentas conmigo. –De igual manera Luis, en lo que te podamos ayudar. Acabamos de llegar a esta zona, pero ya sabes que si quieres buscar ayuda otra vez, por lo de tu problema, estamos contigo. Los dos amigos se estrecharon en un abrazo y se despidieron con un fuerte apretón de manos. Ya en casa platicaron Amelia y Gerardo sobre el incidente que habían tenido. – ¿Entonces era tu compañero en la facultad? –Así es, contestó Gerardo, él y yo fuimos grandes amigos. Un día algo marcó nuestras vidas.  Afuera de la escuela se juntaba un grupo de jóvenes que le entraban a la droga y constantemente nos invitaban. Luis no aguantó la curiosidad y aceptó la invitación. No es que le haya gustado la primera vez, pero supo qué sentían los que le entran a eso. Con el tiempo y con los problemas que tenía en su familia buscó donde refugiarse. Como sabía dónde evadir la realidad se metió más en las drogas. Recuerdo que en una ocasión se lo llevaron al hospital, muy grave, por una sobredosis. Se recuperó e intentó alejarse del vicio. Después dejó la Universidad y nunca más volví a saber de él, hasta hoy que lo encontramos. – ¿Por qué crees que tú no caíste en eso Gerardo? Preguntó Amelia. –Creo que fue por lo que nos enseñaron nuestros papás: el respeto, los deberes, la responsabilidad, el trabajo y la fe en Dios. Así pude tener un criterio claro y una convicción muy firme. Creo que todo  eso  nos  ha  ayudado. Dijo Amelia. –Además, nos lo enseñaron con ejemplo de vida que fue lo más importante. Si la mayoría de los padres buscaran formar una familia con valores morales y espirituales nuestra  sociedad  sería  mejor  cada  día. –Así es, respondió Gerardo. La vida nos ofrece muchos caminos, cada uno escoge el que cree más conveniente.


1 comentario:

coto dijo...

El hombre ha perdido de vista a Dios, entonces no hay nada que hacer.Solo un alma humilde, mendiga de Dios, logrará salir del caos que se vive en el interior. Por eso el trabajo es educar la voluntad día a día y ser dueño de si mismo. Cada vez que logro conquistar mi voluntad,
siento mayor fuerza para enfrentar otra dificultad. Mi sueño es dominarla, pues ella, me lleva lejos de Dios y yo quiero estar cerca de El y hacer Su Voluntad.
Nadie nos enseña a conquistar la voluntad ,al contrario a satisfacerla lo más rápido posible.
Mi trabajo será estar atenta a lo que me debilita y me hace vulnerable.