La moda
del gancho para la ropa.
Por P.
Modesto Lule msp
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Hace
algunos siglos existía una tribu de indios para quienes lo material no era
considerado como lo mejor de la vida. Eran los indios Kwakkiutl, que se
establecieron en Canadá, en lo que hoy conocemos como Vancouver. Estos indios
para obtener renombre ante su comunidad hacían un ritual un tanto extraño para
poder ganarse el respeto de los miembros de su tribu.
Entre ellos había una ceremonia que se llamaba potlatch; esta consistía en acumular una cuota determinada de: 20 canoas, 20 pieles de lince, 20 pieles de marmota, además de 20 mantas y otras menudencias acompañadas de 20 esclavos para después entregarlos a la comunidad, todo esto a cambio de una placa de cobre. Pero, no piense que la autoridad se obtenía sólo con la posesión de aquella placa. El hombre que deseaba tener un lugar privilegiado en la comunidad debía destruir en el fuego aquella placa en presencia de toda la tribu. Todo esto se llevaba a cabo para demostrar que los dirigentes no estaban dominados por la ambición, a cambio de esto, sentían un desapego absoluto por lo material. Las prácticas actuales nos moldean en muchos aspectos. La cultura consumista de hoy te hace sentir que eres y vales más por cuanto posees o adquieres, la moda del gancho para la ropa. Los hombres luchamos a brazo partido por adquirir bienes materiales sin impórtanos en muchos casos la propia salud. No menosprecio el trabajo arduo de los padres de familia que siempre buscan dar lo mejor a sus hijos, pero cuando estos se olvidad que lo principal es el amor, comienzan los problemas, así tenemos, padres de familia que entregan su vida al trabajo para saciar de bienes materiales a sus hijos, olvidándose que para ellos son más valiosas otras cosas, entre ellas están el tiempo que se les dedica para estar con ellos, la caricia y la palabra de ternura después de levantarse o antes de dormir, el tierno abrazo de felicitación el día de su cumpleaños o al entregar sus calificaciones. También cuando son escuchados al contar lo que les sucedió en la escuela. Todos estos son momentos invaluables en la vida de las personas cuando van creciendo.
Entre ellos había una ceremonia que se llamaba potlatch; esta consistía en acumular una cuota determinada de: 20 canoas, 20 pieles de lince, 20 pieles de marmota, además de 20 mantas y otras menudencias acompañadas de 20 esclavos para después entregarlos a la comunidad, todo esto a cambio de una placa de cobre. Pero, no piense que la autoridad se obtenía sólo con la posesión de aquella placa. El hombre que deseaba tener un lugar privilegiado en la comunidad debía destruir en el fuego aquella placa en presencia de toda la tribu. Todo esto se llevaba a cabo para demostrar que los dirigentes no estaban dominados por la ambición, a cambio de esto, sentían un desapego absoluto por lo material. Las prácticas actuales nos moldean en muchos aspectos. La cultura consumista de hoy te hace sentir que eres y vales más por cuanto posees o adquieres, la moda del gancho para la ropa. Los hombres luchamos a brazo partido por adquirir bienes materiales sin impórtanos en muchos casos la propia salud. No menosprecio el trabajo arduo de los padres de familia que siempre buscan dar lo mejor a sus hijos, pero cuando estos se olvidad que lo principal es el amor, comienzan los problemas, así tenemos, padres de familia que entregan su vida al trabajo para saciar de bienes materiales a sus hijos, olvidándose que para ellos son más valiosas otras cosas, entre ellas están el tiempo que se les dedica para estar con ellos, la caricia y la palabra de ternura después de levantarse o antes de dormir, el tierno abrazo de felicitación el día de su cumpleaños o al entregar sus calificaciones. También cuando son escuchados al contar lo que les sucedió en la escuela. Todos estos son momentos invaluables en la vida de las personas cuando van creciendo.
El
Catecismo de la Iglesia Católica describe la avaricia como una inclinación o
deseo desordenado de placeres o de posesiones. Este pecado está prohibido por
el noveno y décimo mandamiento (CIC 2514, 2534). La avaricia viene del latín «avarus»:
es el ansia o deseo desordenado y excesivo por la riqueza. Este mismo pecado es
la raíz de otras faltas como la deslealtad, la traición, el fraude, el perjurio
o el juramento en falso, sufriendo como consecuencia, el endurecimiento del
corazón.
Una
persona avara regularmente se aísla de los demás. No le gusta la comunicación y
prefiere buscar sus propios refugios, en muchos de los casos resulta ser el
trabajo tomándolo como pretexto para vivir inmerso en un mundo que se ha
creado. En muchos de los casos se encierra en sí mismo y llega a regirse por
modos de vida que atentan contra su salud. Me viene a la mente la imagen de una
persona que en su ambición por acumular más dinero llegó a comer por meses
enteros solamente sopas instantáneas. Con el tiempo las enfermedades
gastrointestinales aparecieron y el dinero acumulado no le alcanzó para poder
curarse. La persona avariciosa nunca puede amar sinceramente a otra. En cambio,
cuando el ser humano llega a tener un encuentro personal con Cristo puede ser
capaz de dejar todo aquello material que lo ataba y no le dejaba ser feliz
plenamente. Hay muchos hombres y mujeres que encontraron una felicidad
auténtica en el desprendimiento de sus bienes. Jesucristo nos enseña que el
Reino de los Cielos es como un tesoro por el cual hay que abandonar todo
aquello que nos impide ser felices. La única motivación que debe existir para
hacer tal desprendimiento es el amor. La virtud que ayuda para crecer en el
amor y alejarse del pecado de la avaricia es la generosidad. La generosidad es
la virtud que nos impulsa a dar no solamente cosas materiales, sino también el
tiempo y nuestro talento, al tiempo que cumplimos con la voluntad de Dios. La
generosidad, es pues, el fruto del amor y un gran testimonio de la presencia de
Dios en la tierra.
Hasta
la próxima.
1 comentario:
Padre yo no sé si estoy mal pero a veces pienso que algunos sacerdotes sufren de avaricia espiritual siento que no quieren compartir lo que saben y más aún creo que nos ven incapacitados para entender las verdades espirituales...eso creo...creo que hay muchos tipos de avaricia yo buscaré la mía...
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