La vergüenza de confesar pecados.
Por P. Modesto Lule Zavala msp
El segundo mandamiento de la Iglesia católica dice: confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de muerte, y si se ha de comulgar. Algunos son muy obedientes a él y lo cumplen puntualmente, otros más lo dejan un poco hasta la desidia. Yo siempre aclaro que si me confieso con esa frecuencia no es porque sea más pecador o menos pecador que otras personas, lo hago por diferentes circunstancias. La primera, creo firmemente que Dios en su infinita misericordia perdona los pecados del pecador arrepentido.
Ese es el punto principal por el que me confieso, pero también considero que además de confesarme cada mes será más fácil acordarme de las faltas que he cometido. Lo he comprobado muchas veces y cuando dejo pasar más tiempo del ya mencionado hay más dificultad para recordar los pecados. Otro punto que considero muy importante es el examen de conciencia que se debe hacer antes de cada confesión. Hay que hacer un inventario general de todas esas cosas malas que hemos realizado. Después de realizarlas no hay que contentarse con simplemente reportarlas.
Muchas veces me llegó a pasar que me quedaba contento con haber declarado en mi confesión todas las cosas en las que estaba mal. Si bien yo sé que Dios me perdona y me otorga su gracia, porque con el pecado alejamos la gracia de Dios, pero en la confesión nos reintegramos a ella. Ahora bien, pongo una metáfora esperando no me mal entienda en la comparación. La gracia viene siendo como aquel monto económico con el que podemos reparar la casa después de dar a conocer que estaba en ruinas. Hemos dicho todos los desperfectos que tiene y en que circunstancias se encontraba. Después de esa confesión me otorgan dinero para reparar los daños. Pero después muchas veces pareciera que aquel monto que hemos recibido para reparar la casa agrietada y con desperfectos, lo guardamos en uno de los cajones del armario para no volverlo a sacar otra ves. Con esta analogía un poco burda, vengo a decir que la gracia otorgada en la confesión viene a ser como ese dinero. Pero como que olvidamos que la gracia nos ayuda para restablecer esos desordenes que tenemos. Y otra cosa más, al haber supervisado la casa o nuestra vida y al darnos cuenta de todos los desperfectos, debemos hacer algo para repararlos, para erradicarlos, para evitar que la casa o nuestra vida interior se sigan desboronando. De ahí que vamos a utilizar la gracia y la voluntad personal para modificar y evitar más desperfectos. Es claro que si yo dejo pasar más tiempo, esos daños crecerán en tamaño y será más difícil repararlos. Y puede ser que dentro de tantos y tan variados daños se me puedan perder aquellos de menor proporción que con el tiempo se irán engrandeciendo.
La vida misma es el templo y requiere constantes cuidados y remodelaciones. No dejemos pasar mucho tiempo sin hacer esos pequeños balances sobre el estado de nuestra vida espiritual. Y que las revisiones que hagamos puedan tener su pronta atención para que no aumenten los desperfectos. Con esto puntualizo que después de la confesión no termina el trabajo, más aun, aumenta ya que hay que reparar lo que produce el pecado.
Hay gente que nunca te invita a su casa porque le da vergüenza que veas la condición tan precaria en la que vive. Esa vergüenza también se hace presente al momento de confesar los pecados y por lo mismo no invitamos a Cristo a vivir en nosotros. Preferimos vivir la misa de a oídas y pasarla sentados en la banca mientras los demás pasan a comulgar. No dejes que la vergüenza te controle, recuerda que el demonio te quita la vergüenza cuando vas a cometer un pecado, pero te la regresa cuando lo pienses confesar.
Aquí abajo te dejo un una dirección donde puedes escuchar una guía para confesarte: http://padremolleto.blogspot.mx/2012/01/podcast-guia-para-el-sacramento-de-la.html
El Papa Francisco dijo en la catequesis del 20 de noviembre del 2013 en la plaza de san padre, en el vaticano: "el perdón de Dios que se nos da en la Iglesia, se nos transmite a través del ministerio de un hermano nuestro, el sacerdote; también él un hombre que, como nosotros, necesita la misericordia, se hace realmente instrumento de misericordia, dándonos el amor sin límites de Dios Padre".
"También
los sacerdotes deben confesarse, incluso los obispos: todos somos pecadores.
¡Incluso el Papa se confiesa cada quince días, porque el Papa es también un
pecador! Y el confesor siente lo que yo le digo, me aconseja y me perdona,
porque todos tenemos necesidad de este perdón".
A
veces, dijo el Papa, "se oye a alguien que dice que se confiesa
directamente con Dios... Sí, como decía antes, Dios siempre te escucha, pero en
el Sacramento de la Reconciliación envía un hermano para traerte el perdón, la
seguridad del perdón, en nombre de la Iglesia".
Y tú, ¿cada que te confiesas?
Hasta la próxima.
3 comentarios:
muy cierto ese ultimo párrafo, sobre la vergüenza.
Gracias padre modesto por ilustrarme!
La verdad siempre me pregunto porque nos preocupamos tanto por limpiamos por fuera, nos esmeramos, tanto, como queriendo ocultar lo que llevamos dentro? pero nuestros ojos siempre nos delatan, muchos están cargados de odio, orgullo, ambición y el rostro se hace duro, amargo, triste...desaparece la dulzura, el brillo, la limpieza y como todos estamos así creemos que es como debe ser...yo necesito la limpieza interior para reflejar el Amor que Dios tiene por mi débil y miserable corazón.
Saludos padre, la verdad que sus enseñanzas son muy buenas y gracias por seguir adelante.
Padre que pasa con los pecados que son viejos y no nos recordamos? Tengo esa duda , y que debemos hacer? Gracias y muchas bendiciones.
Publicar un comentario