El cocinero y el
pastel de moras.
Por P. Modesto Lule msp
Twitter: @ModestoLule
Facebook: ModestoLuleZ
Hace unos días estando en el
estudio de grabación y platicando en esos momentos de receso que nos damos para
comer algún bocadillo a la hora de la comida, salió la plática del Cielo.
Víctor el ingeniero nos preguntaba, ¿qué cómo será el Cielo?
¿Cómo se lo imaginan o cómo es? Jorge que me acompañaba dio su versión y después di la mía. Víctor quería una respuesta concreta. Yo le mencione que no le podía dar una respuesta clara y certera de cómo sería el Cielo, porque nadie ha regresado a excepción de Cristo, pero que le podría decir con un ejemplo lo que yo esperaba ver en Cielo. Mil perdones porque siempre respondo con una anécdota o con un ejemplo, pero me gusta más ese mensaje escondido y revelado, de manera intima para cada quien que se da a conocer cuando se narra una parábola o una anécdota. Son mensajes diferentes pero claros. Esta es la parábola que le dije a Víctor: Un día en un monasterio estaba un monje en la cocina, se le pidió que preparara un rico pastel de moras. Así que busco en la alacena las ricas moras que iba a utilizar, pero no encontró. Tomo su canasto y salió rápidamente al llano para recolectar algunas. Camino por entre los arbustos y busco los pequeños árboles de moras. Cuando los encontró comenzó a cortar las más grandes y maduras. Probó algunas de ellas para ver su sabor y se sorprendía de lo dulces que se encontraban. Fue en ese instante cuando holló el canto de un pajarillo. Era un canto tan bello que de inmediato decidió dejar de cortas las moras y buscar de donde provenía ese canto. Busco entre las ramas de los arbustos y pronto pudo ver a la pequeña criatura que emitía esos lindos silbidos. Su canto era sumamente hermoso, nunca antes escuchado por oído humano. El monje no se percato de cuánto tiempo había permanecido ahí escuchando, pero rápido tomo su canasta y busco el camino de regreso al monasterio. Se encontraba confundido y no hallaba por donde regresarse. Pronto encontró la vereda y regresó al monasterio. Cuando llego toco la puerta. La pequeña ventana en la puerta se abrió y un monje desconocido para él le pregunto que qué se le ofrecía. El monje le dijo: Soy el cocinero de aquí y traigo unas moras para preparar un pastel para esta noche. Ábreme que se me hace tarde. El monje del interior del monasterio respondió: de aquí no ha salido nuestro cocinero y a usted no lo conozco. Cómo que no me conoces, contesto el monje que estaba afuera. Sí hace un rato salí de aquí mismo. Yo conozco este monasterio como la palma de mi mano, déjame entrar que se me va a ser tarde para preparar el pastel. El monje permanecía callado escuchando lo que decía el monje cocinero. Y le pregunto: Sí en realidad eres de este monasterio, descríbeme como es aquí adentro. Muy bien, replico el otro. Mira, pasando la puerta hay unas escaleras que conducen a la celda de nuestro superior. Y en el patio grande hay una fuente y son 40 celdas la que conforman el monasterio, más una biblioteca. La imagen que está en la fuente es de la virgen y dos ángeles la acompañan. Muy bien interrumpió el otro. Pero ahora dime cómo te llamas y como se llaman tus superiores. El monje obedeció, dio su nombre y el nombre de su superior y el de sus compañeros. Después, el monje guardia le dijo: Espérame voy y vengo, tengo que hablar con el superior. Cuando llego con él le dijo lo que sucedía y pronto el superior se fue a los libros del historial del monasterio. Y encontraron el nombre de aquel monje y el de su superior. Pero se quedaron sorprendidos ya que ellos habían vivido ahí hacía más de 100 años. Y aquel monje cocinero se había quedado todo ese tiempo en contemplación escuchando aquel celestial canto.
¿Cómo se lo imaginan o cómo es? Jorge que me acompañaba dio su versión y después di la mía. Víctor quería una respuesta concreta. Yo le mencione que no le podía dar una respuesta clara y certera de cómo sería el Cielo, porque nadie ha regresado a excepción de Cristo, pero que le podría decir con un ejemplo lo que yo esperaba ver en Cielo. Mil perdones porque siempre respondo con una anécdota o con un ejemplo, pero me gusta más ese mensaje escondido y revelado, de manera intima para cada quien que se da a conocer cuando se narra una parábola o una anécdota. Son mensajes diferentes pero claros. Esta es la parábola que le dije a Víctor: Un día en un monasterio estaba un monje en la cocina, se le pidió que preparara un rico pastel de moras. Así que busco en la alacena las ricas moras que iba a utilizar, pero no encontró. Tomo su canasto y salió rápidamente al llano para recolectar algunas. Camino por entre los arbustos y busco los pequeños árboles de moras. Cuando los encontró comenzó a cortar las más grandes y maduras. Probó algunas de ellas para ver su sabor y se sorprendía de lo dulces que se encontraban. Fue en ese instante cuando holló el canto de un pajarillo. Era un canto tan bello que de inmediato decidió dejar de cortas las moras y buscar de donde provenía ese canto. Busco entre las ramas de los arbustos y pronto pudo ver a la pequeña criatura que emitía esos lindos silbidos. Su canto era sumamente hermoso, nunca antes escuchado por oído humano. El monje no se percato de cuánto tiempo había permanecido ahí escuchando, pero rápido tomo su canasta y busco el camino de regreso al monasterio. Se encontraba confundido y no hallaba por donde regresarse. Pronto encontró la vereda y regresó al monasterio. Cuando llego toco la puerta. La pequeña ventana en la puerta se abrió y un monje desconocido para él le pregunto que qué se le ofrecía. El monje le dijo: Soy el cocinero de aquí y traigo unas moras para preparar un pastel para esta noche. Ábreme que se me hace tarde. El monje del interior del monasterio respondió: de aquí no ha salido nuestro cocinero y a usted no lo conozco. Cómo que no me conoces, contesto el monje que estaba afuera. Sí hace un rato salí de aquí mismo. Yo conozco este monasterio como la palma de mi mano, déjame entrar que se me va a ser tarde para preparar el pastel. El monje permanecía callado escuchando lo que decía el monje cocinero. Y le pregunto: Sí en realidad eres de este monasterio, descríbeme como es aquí adentro. Muy bien, replico el otro. Mira, pasando la puerta hay unas escaleras que conducen a la celda de nuestro superior. Y en el patio grande hay una fuente y son 40 celdas la que conforman el monasterio, más una biblioteca. La imagen que está en la fuente es de la virgen y dos ángeles la acompañan. Muy bien interrumpió el otro. Pero ahora dime cómo te llamas y como se llaman tus superiores. El monje obedeció, dio su nombre y el nombre de su superior y el de sus compañeros. Después, el monje guardia le dijo: Espérame voy y vengo, tengo que hablar con el superior. Cuando llego con él le dijo lo que sucedía y pronto el superior se fue a los libros del historial del monasterio. Y encontraron el nombre de aquel monje y el de su superior. Pero se quedaron sorprendidos ya que ellos habían vivido ahí hacía más de 100 años. Y aquel monje cocinero se había quedado todo ese tiempo en contemplación escuchando aquel celestial canto.
El cielo es eso, estar ante la contemplación de Dios,
donde no cuenta ni tiempo ni lugar. San pablo dice: "Dios ha preparado
para los que lo aman cosas que nadie ha visto ni oído, y ni siquiera pensado.
" 1 Cor. 2, 9. La contemplación de Dios es indescriptible. Pero estamos
seguros que cuando lleguemos ahí no vamos a querer alejarnos nunca. En el Cielo
no habrá ni tiempo ni lugar, sólo una paz que llenará nuestro ser.
Hasta la próxima.
1 comentario:
Creo además, que el Cielo, es la armonía total de nuestro ser. El desarrollo cabal de la Divinidad en nosotros, donde todo es perfecto, equilibrio. Eso creo...
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