jueves, 25 de septiembre de 2008

Dios está conmigo


(Mateo 14, 22-31. 22) Después de esto, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca, para que cruzaran el lago antes que él y llegaran al otro lado mientras él despedía a la gente. 23 Cuando la hubo despedido, Jesús subió a un cerro, para orar a solas.
Al llegar la noche, estaba allí él solo, 24 mientras la barca ya iba bastante lejos de tierra firme. Las olas azotaban la barca, porque tenían el viento en contra. 25 A la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua. 26 Cuando los discípulos lo vieron andar sobre el agua, se asustaron, y gritaron llenos de miedo: --¡Es un fantasma! 27 Pero Jesús les habló, diciéndoles: --¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo! 28 Entonces Pedro le respondió: --Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua. 29 --Ven --dijo Jesús. Pedro entonces bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Jesús. 30 Pero al notar la fuerza del viento, tuvo miedo; y como comenzaba a hundirse, gritó: --¡Sálvame, Señor! 31 Al momento, Jesús lo tomó de la mano y le dijo: --¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste? 32 En cuanto subieron a la barca, se calmó el viento. 33 Entonces los que estaban en la barca se pusieron de rodillas delante de Jesús, y le dijeron: --¡En verdad tú eres el Hijo de Dios! A simple vista podría decirse que, dentro de lo más profundo que contiene este trozo del Evangelio, es el mensaje sobre la poca fe de un hombre que sigue de cerca a Jesús, y que en un momento de peligro la pierde. Como muchos hombres les ha sucedido. Y digo hombres en manera genérica. En ese momento se olvidó a Pedro de quién era el que lo estaba llamando. Nosotros también en muchas de las etapas de peligro de la vida, se nos olvida quién es aquél a quien se sigue, y en muchas ocasiones nos hundimos en los problemas. Pero vale la pena notar algo todavía más profundo: la oración que Pedro hace en el momento de mayor ofuscación y temor para todos, es una oración que se nos olvida hacer cuando tenemos problemas y estamos ante las pruebas: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti caminando sobre las aguas». Esas aguas turbulentas reflejan los momentos duros de nuestra vida. De nuestro momento, de nuestra realidad, de nuestro presente. Pero así como Pedro, ha de ser el comportamiento de todo aquél que se llame cristiano. Y muy difícilmente pronunciará esta oración un cristiano «light», de esos que se conforma con tener una hora para Dios cada ocho días o, peor aún, de aquellos que dicen que «cuando le nazca y de veras lo sientan». Terribles consecuencias se presentan en los padres de familia cuando no son entregados a Dios, y por eso sólo le puede dar a los hijos ideas fugaces y nebulosas del Dios que da la vida. La viva presencia de un hombre que ha experimentado verdaderamente a Cristo es la de aquél, que le grita a Dios: «manda que yo vaya a ti» sin importarme los problemas que tengo encima, «manda que camine» por los problemas sin importarme más que llegar a ti. Que no te pida que me quites los problemas solamente, sino que más aún, me des fuerza para poder caminar por encima de ellos. La fe puesta en Dios no nos quita los problemas, sino que nos da fuerzas para seguir adelante. Un hombre que no ora está condenado a sucumbir ante las dificultades más pequeñas que se le presenten en la vida, y no será capaz de salir adelante de ninguna de ellas. Jesús nos da muestra de cómo se ha de seguir fielmente en el camino que Dios nos ha trazado y por eso, de la misma manera nos dice igual que dijo a aquellos discípulos: «Ánimo, no teman.» Estas palabras cargadas de fuerza y emotividad nos tienen que reanimar para ser mejores cada día de nuestro existir. Muchas gracias y nos vemos en la próxima. Mi correo es: teologomsp@mail.com Dios te bendiga.

1 comentario:

coto dijo...

Nada podríamos soportar o producir en nosotros, si Dios no estuviera habitándonos, siempre está,y más aún carga con lo único nuestro "el pecado". Solo nos basta creerlo, confiar y esperar...