Encontré
este escrito y me pareció muy bueno. Aunque tengo mis dudas que sea verdadero.
Ya saben, con esto del Internet hay posibilidad de hacer escritos apocrifitos
muy fácilmente. Si alguno de ustedes tiene una fuente creíble de este escrito
se los vamos a agradecer.
Una
carta del Padre Pío para Annita Rodote
Pietrelcina, 25 de julio de 1915.
Amada
hija de Jesús,
¡Que
Jesús y nuestra Madre sonrían siempre en su alma, obteniendo de ello, a partir
de su Santísimo Hijo, todos los carismas celestiales!
Estoy
escribiéndole por dos motivos: para responder a algunas preguntas de su última
carta y para desearle un feliz día no en el dulcísimo Jesús, lleno de todas las
más especiales gracias celestiales. ¡Oh! ¡Si Jesús atendiera mis oraciones por
usted o, mejor aún, si al menos mis oraciones fueran dignas de ser atendidas
por Jesús! Entre tanto, las aumentaré cien veces para su consuelo y salvación,
suplicando a Jesús que las atienda, no por mí, sino a través del corazón de su
bondad paternal e infinita misericordia.
Con
el fin de evitar irreverencias e imperfecciones en la casa de Dios, en la
iglesia – que el divino Maestro llama casa de oración -, le exhorto en el Señor
a practicar o siguiente.
Entre en la iglesia
en silencio y con gran respeto, considerándose indigna de aparecer ante la
Majestad del Señor. Entre otras consideraciones piadosas, recuerde que nuestra
alma es el templo de Dios y, como tal, debemos mantenerla pura y sin mácula
ante Dios y sus ángeles.
Avergoncémonos
por haber dado acceso al diablo y sus seducciones muchas veces (con su
seducción del mundo, su pompa, su llamada a la carne) por no ser capaces de
mantener nuestros corazones puros y nuestros cuerpos castos; por haber
permitido a nuestros enemigos insinuarse en nuestros corazones, profanando el
templo de Dios que somos a través del santo bautismo.
En seguida, tome agua
bendita y haga la señal de la cruz con cuidado y lentamente.
En cuanto esté ante
Dios en el Santísimo Sacramento, haga una genuflexión devotamente. Después de haber
encontrado su lugar, arrodíllese y haga el tributo de su presencia y devoción a
Jesús en el Santísimo Sacramento. Confíe
todas sus necesidades a Él junto con la de los demás. Hable con Él con
abandono filial, dé libre curso a su corazón y dele total libertad para actuar
en usted como él crea mejor.
Al asistir a la Santa
Misa y a las funciones sagradas, permanezca muy compuesta, cuando en pie,
arrodillada y sentada, y realice todos los actos religiosos con la mayor
devoción.
Sea modesta en su mirada, no gire la cabeza aquí y allí para ver quién entra y
sale. No ría, por respeto a este santo lugar y también por respeto de quienes
están cerca de usted. Intente no hablar, excepto cuando la caridad o la estricta
necesidad lo requieran.
Si reza con los
demás, diga las palabras de la oración claramente, observe las pausas y nunca
se apresure.
En
suma, compórtese de tal manera que todos
los presentes sean edificados, y que, a través de usted, sean instados a
glorificar y amar al Padre celestial.
Al
salir da iglesia, debe estar recogida y calma. En primer lugar, pida el permiso
de Jesús en el Santísimo Sacramento; pida perdón por las faltas cometidas en su
presencia divina y no Le deje sin pedir y recibir Su bendición paterna.
Cuando esté fuera de
la iglesia, sea como todo seguidor del Nazareno debería ser. Sobre todo, sea
extremamente modesta en todo, pues esta es la virtud que, más que cualquier
otra, revela los sentimientos del corazón. Nada representa un objeto más fiel o
claramente que un espejo. Igualmente, nada representa mejor las buenas
cualidades de un alma que la mayor o menor regulación del exterior, como cuando
alguien parece más o menos modesta.
Debe ser modesta al
hablar, modesta en la sonrisa, modesta en su porte, modesta al caminar. Todo eso debe ser
practicado, no por vanidad, con el fin de mostrarse a sí misma, ni con
hipocresía con el fin de aparecer buena a los ojos de los demás, sino, por la
fuerza interna de la modestia, que reglamenta el funcionamiento exterior del
cuerpo.
Por
tanto, sea humilde de corazón, circunspecta en las palabras, prudente en sus
resoluciones. Sea siempre económica al hablar, asidua a la buena lectura,
atenta en su trabajo, modesta en su conversación. No sea desagradable con
nadie, sino benevolente para con todos y respetuosa con los más ancianos. Que
cualquier mirada siniestra salga de usted, que ninguna palabra osada escape de
sus labios, que nunca haga una acción indecente o de alguna forma gratuita;
nunca especialmente una acción gratuita o un tono de voz petulante.
En suma, deje que
todo su exterior sea una imagen vívida de la compostura de su alma.
Mantenga
siempre la modestia del divino Maestro ante sus ojos, como un ejemplo; este
Maestro que, según las palabras del Apóstol a los Corintios, colocó la modestia
de Jesucristo en pie de igualdad con la mansedumbre, que era su virtud
particular y casi su característica: “Ahora yo, Paulo, os ruego, por la
mansedumbre y humildad de Cristo”, y de acuerdo con tal modelo perfecto,
reforme todas sus acciones externas, que deben ser reflejos fieles, revelando
los afectos de su interior.
Nunca se olvide de
este modelo divino, Annita. Intente ver una cierta majestad adorable en su
presencia, una cierta agradable autoridad en su modo de hablar, una cierta
agradable dignidad en el andar, en el mirar, en el hablar, al conversar; una
cierta dulce serenidad del rostro.
Imagine
esa extremamente compuesta y dulce expresión con la que él llamó a la multitud,
haciendo que dejasen ciudades y castillos, llevándolos a las montañas, los
bosques, a la soledad y las playas desiertas del mar, olvidando totalmente la
comida, la bebida y los quehaceres domésticos.
Así,
intentemos imitar, tanto como nos sea posible, estas acciones modestas y
dignas. Y hagamos lo mejor para ser, en lo que sea posible, semejantes a Él en
la tierra, con el fin de que podamos ser más perfectos y más semejantes a Él
por toda la eternidad en la Jerusalén celeste.
Termino
aquí, pues soy incapaz de continuar, recomendando que usted nunca se olvide de
mí ante Jesús, especialmente durante estos días de extrema aflicción para mí.
Espero que la misma caridad de la excelente Francesca por quien usted tuvo la
gentileza de dar, en mi nombre, mis manifestaciones de extremo interés en verla
crecer cada vez más en el amor divino. Espero que ella me haga la caridad de hacer
una novena de Comuniones por mis intenciones.
No
se preocupe si es incapaz de responder a mi carta inmediatamente. Lo sé todo,
así que no se preocupe.
Me
despido de usted con el beso santo del Señor. Yo soy siempre su siervo.
Fray
Pío, capuchino
2 comentarios:
Bella carta, siempre hay que ir consciente y dispuesta a recibir, vivir y transmitir con todo el ser la verdad de ser templos vivos de Dios. Buenos consejos, si alguien lo viviere así sabe lo que es, lo que necesita y sabe que es Dios en su vida.
Desconozco si es autentica, pero plasma fielmente la grandísima caridad del Santo Padre Pío.
Feliz recomendación y dichosa la persona a a quien este gran santo le dirije tan invaluables consejos, pues son edificantes y para mi imperativo el seguirlos. Gracias padre Lule
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