Muchos dicen que ha triunfado el amor por la aprobación de ciertas leyes. El amor en Dios es el que realmente realiza al humano. Esta reflexión quiere profundizar en los tres tipos de amor que hay en el mundo.
Don
Romualdo es un hombre de más de 70 años. Aunque su presencia es fuerte, el
cansancio se le nota en la mirada. Su esposa Rosario está más acabada, quizá
sea por el desgaste de haber tenido doce hijos o por la mala alimentación que
llevó cuando era pequeña. Después de 50 años de matrimonio, hoy
vuelven a renovar sus promesas matrimoniales. Todos sus hijos viven aún. Sus
nietos ya suman 43 y casi todos están en la fiesta.
Yo
acomodo el lente de mi cámara y presiono para capturar la imagen. Con la
grabadora en mano me acerco para hacerles unas preguntas. A don Romualdo le
pregunto: – ¿Es feliz? Antes de responderme voltea a ver a su esposa y después
de mirarla guarda silencio y dice. –Soy dichoso, completamente feliz. Yo veo su
mirada y ratifico lo que dice. Veo a su esposa y le pregunto: – ¿Ha sido fácil
todo este tiempo? Ella sonríe y ve a su esposo. Le da un beso y me
contagian su sonrisa. Después me dice. –Nada de lo que en verdad vale en esta
vida se consigue fácil. Todo necesita esfuerzo y sacrificio. Nuestro matrimonio
ha sido una vida intensa en la entrega mutua. No es fruto de la casualidad ni
del destino ni de la suerte, sino de la entrega y compromiso de ambos. Yo los
escuchaba atentamente mientras grababa cada instante que transcurría. Tomé un poco
de refresco y preparé mi siguiente pregunta con intención de saber más de ellos
y les dije: – ¿El amor es eterno? La pareja se dio un tiempo para
una foto. Un nieto de ellos se acercó para tomárselas. –Gracias hijo, le
dijeron cuando se apagó el flash de la cámara y el niño se retiró. La pareja se
dispuso a contestar mi pregunta. Los dos se miraron como preguntándose quién
iba a dar la respuesta. El esposo asintió ante la mirada de ella y me dijo. –El
amor es eterno. El amor no se acaba. Se acaban nuestras ilusiones,
nuestros deseos, pero el amor nunca. Él siempre está presente. Con intención de
buscar una respuesta más clara y precisa. Lo abordé con otra pregunta:
–Discúlpeme, pero en base a eso que me dice, ¿qué se le puede decir a aquellos
que no han perseverado en el matrimonio? ¿A aquellos que dicen que el amor se
acabó y que por eso se separaron? ¿A ese 70 por ciento de parejas que no creen
ya en el matrimonio y buscan la unión libre con miras a encontrar su media
naranja? Para mí su respuesta tiene mucho peso, porque no la sostiene en una
idea sino en la propia experiencia. ¿Qué me puede decir al respecto? Don
Romualdo suspiró como buscando vaciar sus pulmones de aire rezagado para
llenarse de un aire nuevo, y me respondió. –Somos novios de alguien porque nos
atrae, nos apasiona, nos hace sentir bien. Sentimos deseos por el otro y nos
gusta. Y en cierto sentido nos cae bien. Muchas veces pensamos que
eso es el amor. Creemos que por el hecho de sentirnos muy bien con la otra
persona ya encontramos a la pareja de nuestros sueños. Eso es pasión, deseo...
pero no necesariamente amor. Con el tiempo esto pasará y llegará la desilusión,
el cansancio, la rutina. Creo y estoy convencido de que el primer paso en un
matrimonio es la atracción, el deseo, el sentimiento. Pero este debe de
transformarse en un amor filial, es decir, de aprecio, de cariño, de
comprensión. Esto resultará de una muy buena comunicación entre la pareja, que
permita saber de los gustos y anhelos del otro, de lo que piensa y le desagrada.
Pero eso no es todo, el tercero y último paso es la entrega
incondicional hacia el otro, desinteresada y espontánea. Entrega que
nazca del corazón. Que el deseo de cada uno sea hacer feliz al otro no
importando las consecuencias. Claro que para llegar a tener estos anhelos hay
que empaparse de Dios, y nunca llegar a pensar que lo vamos a realizar con
nuestras propias fuerzas. La oración continua, el acercamiento a los
sacramentos y una vida llena de reflexión nos ayudan a alcanzarlo.
Don
Romualdo y su esposa estaban tomados de la mano y se apretaron fuertemente. Yo
apagué mi grabadora y contemplé la escena. Con lo que había visto y
escuchado pude constatar lo que dice la Biblia: «Tener amor es saber soportar;
es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni ser orgulloso, ni
grosero ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las
injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo,
esperarlo todo, soportarlo todo» (1 Cor 13, 4-7).
Hasta
la próxima
1 comentario:
Hermoso testimonio de amor de alegria y necesidad de estar junto una persona para toda la vida.
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